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2023-03-08 14:20:19 By : Ms. Sherly Woo

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Todos hemos tenido algún que otro bolígrafo BIC entre nuestros dedos. Ese legendario artilugio de escritura que ha unido a generaciones. Pero no nos engañemos, podemos adornarlo con toda la epicidad que queramos, que seguirá siendo un tubo de plástico con tinta en su interior. ¿O tal vez no? Quizá el bolígrafo BIC no se merece una epopeya, pero guarda en su estructura un par de detalles tecnológicamente sorprendentes. Con toda seguridad has reparado en su extraña tapa. La tenemos muy normalizada, pero en ella hay un agujero. Y no nos referimos a la cavidad donde insertar la punta del bolígrafo, sino un agujero topológicamente hablando, un túnel que perfora la tapa de lado a lado. Y, si las tapas son para tapar, valga la redundancia… ¿qué sentido puede tener que deje la punta a la intemperie?

La respuesta más rápida es que, por muy abierta que esté, protege la punta del bolígrafo de destintarse al contacto con la tela de un estuche o el bolsillo de nuestro pantalón. Es más, por muy lógico que nos parezca pensar que un agujero en la tapa fomentará que el bolígrafo se seque, sabemos bien que no es el caso en estos modelos. La respuesta a esta aparente contradicción está en su segundo ingenio tecnológico: la bola que hay en la punta del bolígrafo. Puede que nunca hayas reparado en ella, pero ahí está, una diminuta esfera hecha de carburo de tungsteno que, cuando escribimos, gira a casi 3000 revoluciones por minuto, más o menos lo mismo que el motor de un coche.

Una bola y un agujero

El caso es que esta bola tiene tres funciones. La primera es facilitar el deslizamiento del bolígrafo sobre el papel para que la escritura vaya rodada (palabra que he elegido intencionadamente). En segundo lugar, ayuda a que la tinta salga de forma homogénea, creando líneas de un grosor bastante constante y sin cambiar su tono mientras que tenga suficiente tinta, claro. El tercer motivo es que la bola bloquea la salida de tinta mientras no se ejerza cierta fuerza sobre ella y ese es el verdadero motivo por el que el bolígrafo no se seca a pesar de que tu tapa esté perforada. En cualquier caso, no podemos evitar la otra cuestión por mucho tiempo: ¿por qué está perforada?

Mientras que en el caso de la bola su tecnología era sorprendentemente fina, en este caso el agujero responde a una razón mucho más prosaica. Resulta que la gente (sobre todo los niños) se entretienen mordisqueando los bolígrafos y, a veces, si están muy ensimismados y juguetones, pueden llegar a tragarse la tapa. En el mejor de los casos, el trozo de plástico viajará hasta su estómago y caerá en un pozo de jugos gástricos. En el peor… no lo hará, y quedará atrapado en algún punto del tracto digestivo, antes del estómago. Si se queda atorado en el estrecho esófago podemos acudir al médico y, mientras este no se desgarre, llegaremos a tiempo de que nos lo extraiga. Sin embargo, si se queda bloqueado algo más arriba estaremos en un peligro inminente, porque cerrará la laringe y, con ella, el paso de aire a nuestros pulmones. Tener una tapa de bolígrafo encallada en la laringe puede ser mortal a no ser, claro, que la tapa tuviera un canal a través del que pudiera pasar el aire con cada respiración. Eso es todo.

BIC comenzó a vender bolígrafos con tapa perforada en 1991 y tan solo 7 años después, se aprobó una norma por la que se recomendaba a los fabricantes de bolígrafos que implementaran algún sistema de seguridad para prevenir asfixias. Puede parecer exagerado, pero no debemos infravalorar la capacidad de los humanos para meternos en problemas poco dignos. De hecho, sabemos que en Estados Unidos hay cerca de unos 1100 casos que acuden a profesionales sanitarios cada año, especialmente en niños de entre 6 y 15 años. Quién sabe cuántas vidas habrá salvado el dichoso agujero de los BIC.

Ahora bien, antes de terminar el artículo conviene preguntarnos qué podemos hacer si una serie de catastróficas desdichas empujan una tapa de bolígrafo sin agujerear hasta la luz de nuestra laringe. Recordemos que existe una maniobra muy maltratada por el cine conocida como Heimlich. Un procedimiento de primeros auxilios donde una persona ha de ponerse a la espalda de quien se esté asfixiando y, colocando un puño sobre la boca del estómago mientras lo rodea con la otra, el “salvador” ha de apretar rápido y con fuerza, trayendo sus puños hacia el cuerpo en un ángulo ligeramente ascendente. Estas compresiones pueden ayudar a que expulse el objeto. No obstante, antes de recurrir a esto conviene probar a toser y, en segundo lugar, a golpear la espalda para ver si consiguen desimpactar el objeto de sus vías aéreas.

Pero… “¿y si estoy solo cuando ocurra?”, preguntaréis. Pues por suerte existe una versión de la maniobra Heimlich para hacer sobre ti mismo. Con tu puño sobre la boca del estómago, déjate caer (con cuidado, pero decisión) encima del respaldo de una silla cercana. Porque está muy bien que los bolígrafos velen por nuestra seguridad, pero si no hemos sido lo suficiente precavidos como para evitar la asfixia, al menos conviene que sepamos cómo sacarnos del aprieto.

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